Nuestra isla es conocida por la diversidad culinaria, el yuzu o el agua cristalina de los ríos de Kochi, de la que nacen una gran variedad de sake, según me cuenta mi madre, es la región de donde es nuestra abuela materna. Las mandarinas que no dejo de comer cada verano, de Ehime, lugar de donde son nuestros abuelos paternos, y donde cazo ranas, saltamontes, escarabajos de todas las formas y colores, libélulas y mariposas. El sanuki udon de Kagawa, lugar donde aprendí a hacer fabricar udon con las manos y con los pies, y donde endurecí las piernas subiendo al templo Negoro-ji. Y el ramen y el naruto de Tokushima, para repetir, que he tomado después de coger el teleférico de Unpenji, con mis primos, y disfrutar a lo grande con los 500 rakan.
Mis padres
Mi padre es de Ehime. Traduce libros y es doctor en filología española. Para costear sus estudios empezó haciendo ramen y sushi en varios restaurantes de Japón y España, hasta que abrió su propio restaurante en Madrid, unos meses más tarde de nacer yo. Mi padre solo me habla en japonés, y cuando voy a verle al trabajo el pido nigiri de maguro (atún), que ahora es mi preferido. Así, poco a poco, observándole, estoy aprendiendo a hacer cosas de la carta, porque algún día, quizás, me quiera dedicar a hacer sushi para vosotros.
Mi madre es hija de mi abuela, que es japonesa de Kochi. Pero su padre es español de León. Así que además del sushi y el ramen me encanta la cecina. Mi madre probó a hacer un maki de cecina, por eso de la comida nikkei y el maridaje, pero comentaba que ambos perdían, y era mejor seguir comiéndolos por separado. Mi madre hace vídeos y escribe, ella dice que es guionista y productora, pero a mi lo que me gusta es que cocina muy bien y le gusta experimentar en la cocina hasta encontrar un plato que le guste a la gente, y siempre dice que a la primera que tiene que encantarle es a ella. Poco a poco, probando los caldos y explicándome qué le falta y por qué, estoy entendiendo la esencia del umami, algo que mi madre tiene siempre muy presente.
Mi madre empezó a trabajar en el restaurante familiar después de un curso de sushi que hizo en Tokio y de aprender con algunos cocineros experimentados. Pero donde ella está en su salsa en el mundo del papeleo. Porque un restaurante, bueno dos Yan Ken Pon, tienen mucho trabajo invisible, pero que incide directamente en los platos y eso no tiene solo que ver con la calidad de los productos, sino de que mis padres y todos los que trabajan en los restaurantes estén bien anímicamente, sean felices, coman bien y descansen. O por lo menos eso es lo que me dice.
Mis colegas
Y ya para terminar, aunque mi hermana y yo solo seamos meros observadores y catadores de los platos de la carta o los nuevos experimentos, me gustaría añadir que además de mi padre y mi madre hay cocineros y cocineras, camareros y camareras de varias nacionalidades, japoneses, españoles y filipinos que son muy simpáticos, y que a veces nos hacen chistes o nos regalan monerías de origami, y otras, cuando están atendiendo a los clientes, nos ignoran. Pero todos ellos son parte de Yan Ken Pon, y a mi me gusta verles cocinar y hablarme en inglés o en japonés o en tagalo, porque es como estar en mi casa, que se habla muchos idiomas y todo se entremezcla.